La entrevista se enmarca en el programa de Prevención que ÉRGUETE desarrolla en diferentes colegios e institutos del Concello.
Hoy, sin duda,gracias a Carmen Avendaño y a su lucha ,hay MUCHO CAMINO recorrido aunque siempre queda trecho por recorrer....
Sin más, os dejamos con la entrevista realizada por estas adolescentes.
Entrevistamos a Carmen Avendaño, una mujer coraje viguesa,que lleva media vida luchando contra el narcotráfico en Galicia.
Hace ya 30 años fundó ÉRGUETE,una asociación que ayuda a los afectados por esta lacra a reinsertarse en la sociedad y tmbién sirve de apoyo para tantas y tantas familias que encuentran comprensión en su mirada1.
¿Es gratificante su trabajo?
A mí personalmente me gusta y sobre todo me
siento muy, muy orgullosa de que esa iniciativa que sale, no sólo de mí, sino
de familias que estábamos afectadas hace treinta años, hayamos sabido hacer
equipos de trabajo de profesionales que son un orgullo. Si algún día lo estimáis
y vuestros responsables en el colegio quieren, vendréis hasta allí y veréis que
tenemos una gente muy formada, muy preparada, muy joven y muy comprometida. Eso
es lo que te hace seguir adelante. Yo, al fin y al cabo, ahora soy la
“anécdota”, la que cuenta las historias, pero los que realmente trabajan son
ellos. Y hay un dato importante, el 90% son mujeres.
¿Cuántos programas lleva su asociación?
Llevamos unos 23 o 24. Trabajamos en las
prisiones de Pontevedra, A Coruña y Ourense, tanto la Asociación como la
Fundación. Esta última trabaja en A Coruña en un local. Tenemos un programa de
desayunos y ducha con ropa limpia, aquí en Vigo también. Y después la
medicación, el control, etc. Estamos a pie de calle, muy informados de lo que
ocurre.
¿A cuántos usuarios ayudáis actualmente?
No te puedo dar el dato exacto pero muchísimos.
Al cabo del año tenemos cerca de unas mil consultas en la Asociación y mil y
pico intervenciones por la Fundación. Un número muy importante. No sólo
trabajamos en Vigo sino en toda su área. Viene mucha gente de Pontevedra e incluso
gente de fuera que tiene menos servicios de los que podemos ofrecer aquí.
- Cuando fundó la asociación, ¿pensó que
llegaría a cumplir los 30 años?
No. Cuando fundé la asociación tenía 40
años. Ya llevaba trabajando muchos años antes en otros temas y la verdad es que
no me veía con 70. Eso es lo que más me llama la atención. Era una persona
joven y de repente, ya soy mayor pero
sigo estando ahí. Las cosas las haces porque crees que las tienes que hacer.
Después, todo se coloca en su sitio y se
va desarrollando en el tiempo. Yo les decía a mis compañeras que teníamos un
problema que duraría muchos años y así fue. Pero no, no pensé en treinta años,
como mucho veinte. Pues ya van treinta y vamos a tener que seguir muchos más.
¿Qué considera que sigue aportando usted a
la asociación?
Yo creo que, sobre todo, conocimiento y
profesionalidad. Recursos y asistencia en general. Ya no sólo es la persona con
la que trabajas, sino el entorno; la familia, la novia, la mujer, los hijos… Es
un complemento de intervención que me parece sumamente importante. De hecho, la
gente cuando viene a la Asociación o a la Fundación, el sentimiento que les acompaña cuando se van
es el de que hay profesionales que los saben derivar o dar soluciones a lo que
plantean.
Cambia porque el tiempo va transcurriendo y
va desapareciendo gente, se incorpora otra. Yo soy de las más veteranas pero
tengo la sensación de que cuando yo desaparezca, la asociación seguirá estando
ahí porque es necesaria. Cada uno tenemos un papel, lo asumimos, lo hacemos muy
a gusto, pero todo tiene un fin.
. ¿Y al descubrir la drogodependencia de los
hijos?
La descubrí de uno de ellos. El otro cayó
posteriormente. Yo veía que tenía
actitudes raras, era un niño con mucha capacidad pero se desvió del estudio. No
sabíamos qué le pasaba hasta que un día, recuerdo que era sábado, me dijo que
quería hablar conmigo. Estábamos sentados en la mesa pero me llevó a una
habitación y dijo:
“Mamá, me tienes que ayudar porque tengo
problemas con la heroína.”
Fue un mazazo porque yo no sabía cómo
ayudarlo.
¿Logró que sus hijos salieran a delante?
Sí, pero no lo logré yo. Sería muy vanidosa
si dijera eso. Lo lograron ellos. Uno está casado, tiene un hijo de diecisiete
años, un chaval majísimo, buen estudiante, responsable…todo lo contrario que
fue su padre. El otro está viviendo con nosotros, también está fuera de las
drogas, ha sido operado de un cáncer de pulmón y de momento, está bien.
¿Qué le llevó a continuar la asociación
cuando sus hijos lograron alejarse de las drogas?
Nunca se aleja uno de las drogas. Mis hijos
son enfermos crónicos.
Y, en cuanto a la pregunta, estoy segura de
que, aunque no hubiese tenido el problema directo con mi familia, yo estaría
ahí. Estoy completamente segura. Siempre me han gustado muchísimo la gente
joven y la gente muy mayor. Son los dos colectivos más sensibles y necesitados
de apoyos.
Después de luchar tanto por sus hijos, ¿qué
sintió cuando entraron en prisión?
Es algo muy duro, muy difícil. Pero ves que
va a ocurrir, no puedes frenar la dinámica que tiene. Yo no soy practicante
pero, en cambio, cuando tengo problemas, pienso que algo tiene que haber.
Cuando mi hijo Jaime, que acababa de cumplir 18 años, fue detenido, yo pensaba,
cada vez que arreglaba mi habitación, que no iba a volver a verlo. Era una
obsesión. Es muy difícil asumir que un hijo tuyo entre en prisión tan joven.
¿En algún momento pensaste en tirar la
toalla?
He tenido crisis emocionales fuertes, he
pasado por momento duros, mi marido también y la familia en general. Hay días
en que deseas desaparecer porque te parece que ya no eres capaz de aguantar más. Pero las personas aguantamos
mucho y es bueno aguantar. Compensaba que estaban mis otros hijos siempre al
lado de sus hermanos intentando ayudar y mi marido. Tenemos una familia que no
se destruyó. Siempre he pensado que he sido una privilegiada porque otras
familias se destruyeron totalmente. Dentro de lo malo, siempre tienes que ver
la parte positiva que hay en tu entorno para poder aprovecharte de ella. No
puedes dejarte llevar por el sentimiento de agobio que tienes.
¿En qué medida ha sufrido las consecuencias
de denunciar a los narcotraficantes por parte de la familia de los mismos?
Les hicimos mucho daño, porque casi todos
terminaron en la cárcel y ellos no lograron acabar con la vida de ninguna. Nos
tenían más miedo a nosotros que a cualquier otro porque cuando, después de una
redada, los llevaban a declarar a los juzgados, temían la presencia de “las
locas de las madres”. Los hicimos visibles y hablamos de ellos públicamente.
Rompimos la imagen que se tenía de ellos. Los
desmitificamos y obligamos a que se tomaran medidas contra ellos. Todos
pasaron por la cárcel. Cada vez que entraba uno, lo marcábamos con una cruz.
Éramos muy cerebrales. Fijábamos un objetivo e íbamos a por él. Oubiña fue el
primero y así aparecimos en su pazo. Charlín, el segundo. El tercero, un
traficante de La Guardia, íntimo amigo de un obispo. Lo apresaron en Portugal y
todo el país se enteró de quien era en realidad. Parecía un movimiento
espontáneo pero estaba preparado previamente y cada una teníamos una misión. A
mí siempre me tocó ser la persona que explicaba cada situación. Estos
movimientos de mujeres eran muy
inteligentes y siempre digo a los partidos políticos que no han hecho nada. La la
verdadera liberación de la mujer llegó a Vigo a través de nuestra asociación.
Mujeres que aprendieron, se implicaron, colaboraron y ayudaron a los demás. Se
desarrollaron com opersonas, se dieron cuenta de su importancia en la sociedad.
Fue un movimiento precioso. Vosotras tenéis que seguir peleando.
¿Cómo es el día a día después de una amenaza
de muerte? ¿se vive con miedo?
He tenido la suerte de que el miedo nunca se
apoderó de mí, aunque lo sentía. Un día fui al mercado del Progreso con mi hijo
de apenas 7 u 8 años. Habíamos realizado recientemente una presentación en la
que dábamos nombres de mucha gente. El
legionario tenía un chiringuito en la Herrería y nosotros caminábamos con
bolsas hacia el coche. Yo lo vi a lo lejos. Me empezaron a temblar las piernas
y la garganta se me secó. Ese día sentí lo que era el miedo. Creo que fue por
mi hijo. Seguí andando, muerta de miedo, pero manteniendo la vista en él.
Cuando llegué a su altura, él bajó la mirada. Ese día, sé que gané la batalla.
Hay que dominar el miedo. A lo mejor fue una idiotez, pero aquel era el
enemigo. Y otenía que demostrar que no le tenía miedo a aquel enemigo por lo
que representaba.
¿Hay algo, laboralmente hablando, que haya
deseado hacer y que haya sido incapaz?
Pues sí, estudios universitarios. Sólo
estudié comercio. Era la mayor de diez hermanos y mi papá decía que si alguno
valía eran los hombres y era a quien había que darle estudios. Hubiese sido,
seguramente, una buena abogada o un buen médico. Pero bueno, tampoco estoy frustrada. Me he desarrollado
en otros aspectos de la vida y me siento satisfecha.
- ¿En qué medida cree que lo que ha hecho ha cambiado la visión de la sociedad ante la
drogodependencia?
Colectivamente hemos tenido una fuerte
incidencia en países como Suiza, Francia, Alemania, Argentina, Colombia. He
viajado, como la voz del colectivo, por toda Europa. He recorrido España de
norte a sur y de este a oeste. A veces, en viajes incómodos, pero es importante
dar testimonio. Creo que hemos contribuido fuertemente a tomar conciencia
social, política, judicial y policial.
Noa Cereixo
Antía Fernández
Laura Hermida
Elisa
Fernández
Sofía Ferreirós